Donde los dinosaurios existen
Opinión miércoles 3, Ago 2022Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- La “universalmente aclamada” Palm Springs
Los lugares comunes de la ciencia ficción contemporánea en la cultura popular han generado una tendencia actual que se inclina por expresiones cada vez más recurrentes de tópicos como los viajes temporales, las aventuras interdimensionales y los dramas multiversales; algunas muestras destacadas de ello son Everything Everywhere All At Once, la trama general del MCU y conceptos tan diversos como Rick and Morty.
Como consecuencia, las estructuras generales de estos tópicos narrativos han tenido que avanzar, poco a poco, a nuevas formulaciones de sus principios con la esperanza de refrescar lo que fácilmente podría caer —si no es que ya lo hace— en productos repetitivos, simplones y cada vez menos creativos. A veces consiguiendo resultados enriquecedores para el modo de contar este tipo de historias y otras trivializando los elementos clave de una ficción científica —o cientificoide.
Uno de los casos que sigue esta intención y que logra dar un efectivo paso hacia adelante dentro de los cánones de su tópico base lo expresa la “universalmente aclamada” Palm Springs —recién llegada a Star Plus en Latinoamérica— que durante 2020 se refirió dentro de listas prominentes de las mejores películas de aquel año, además de obtener un par de nominaciones a los Globos de Oro y ser estrenada dentro del Festival de Cine de Sundance.
La película surge como un debut conjunto del director Max Barbakow y el guionista Andy Siara, como la versión desarrollada de un proyecto mutuo que idearían por primera vez durante sus años estudiantiles en el Instituto Estadounidense de Cine. Versión que terminó por replantear las formas generales del tópico narrativo del time loop o el bucle temporal; uno de esos tipos de trama a los que parecería que poco o nada puede cambiárseles.
En su forma base, las tramas de bucle temporal siguen a un personaje condenado a vivir una y otra vez el mismo día. Por razones mágicas, científicas o inexplicables, el protagonista de este tipo de historias despierta una y otra y otra vez en el mismo lugar, con los mismos sonidos y sorteando los mismos eventos en un repetitivo y claustrofóbico ciclo infinito.
El ejemplo paradigmático de esta fórmula es la comedia romántica Groundhog Day o El día de la marmota; otros ejemplos incluyen a la serie Russian Doll o Muñeca Rusa y, notablemente, a la saga de películas de horror slasher Happy Death Day o Feliz día de tu muerte. Todas ellas con un individuo encerrado en éste fenómeno temporal inexplicable y rodeado de un mundo de personas que son incapaces de percibirlo o creerlo. Y es allí donde se inserta el primer aporte de Palm Springs, en la introducción de más de un personaje viviendo este “día de la marmota” de manera simultánea.
Su argumento central sigue a Nyles (Andy Samberg; SNL, Brooklyn Nine-Nine, Ese es mi hijo), un treintañero desilusionado de la vida que ha quedado encerrado en un loop temporal desde hace mucho tiempo —tanto que es incapaz de recordar la cantidad exacta de días que lleva en él—, en específico, un bucle temporal que lo hace repetir eternamente la boda de la mejor amiga de su novia.
Así, en una repetición más de una boda que tiene más que memorizada, Nyles se acerca a Sarah (Cristin Milioti; How I Met Your Mother, El Lobo de Wall Street, Black Mirror, Modern Love), hermana de la futura esposa, con la intención de pasar la noche con ella. Su divertido e inusual encuentro terminará con Sarah siendo transportada al mismo bucle temporal que Nyles. Tras la desafortunada coincidencia, nuestros protagonistas tendrán que descifrar juntos cómo salir de ese misterioso encierro temporal, no sin antes dar paso a una historia clásica de comedia romántica.
De esta manera, Barbakow y Siara refrescan el esquema del bucle temporal al insertar a más de un individuo en su estructura y, a través de ello, narrando una historia de amor pero, sobre todo, una historia de arrepentimiento y nihilismo transformados en significado: el significado de tener con quién compartir la propia desgracia.
La manera en que director y escritor decidirán representar el corazón de su película será un símbolo que, a primera vista, puede parecer gratuito. En una escena, mientras Nyles y Sarah se quejan del hastío de vivir encerrados en el mismo día infinitamente y tras haber consumido hongos alucinógenos, la pareja ve pasar a un grupo de dinosaurios frente a ellos. Sorprendidos, ambos preguntan al otro si ve lo mismo. Los dos coinciden, los dinosaurios están allí.
La imagen se repetirá hacia el final de la cinta, abriendo la pregunta: ¿qué significan esos dinosaurios? La respuesta de Siara al respecto en una entrevista explica “tienes a dos personajes que no creen que sean capaces de amar y, en ese momento, quizá ellos se están enamorando. Los dinosaurios no existen pero, en ese momento, existen. Suceden dos cosas imposibles [en ese momento]”.
En un producto de la ciencia ficción como las narrativas de bucle temporal creamos un entorno seguro, sin mayores consecuencias, en el que somos capaces de explorar lo que pasaría si, por ejemplo, estuviéramos a merced de la monotonía. De una vida que, como Nyles expresa: “Hoy, mañana, ayer. Es siempre lo mismo”.
Una vida insípida sin salida en la que tiene sentido su reflexión: “La única manera de vivir realmente en este lugar es aceptando el hecho de que nada importa. Creo que nuestra mejor apuesta es, simplemente, aprender a sufrir la existencia”.
Una vida, encerrada en los mismos eventos sinsentido, en los mismos sinsabores irrelevantes, en los mismos estímulos cada vez menos estimulantes. Una vida de soledad absoluta. Una vida sin dinosaurios. La vida recurrente del protagonista típico de una película de bucle temporal.
¿Pero qué pasa cuando a ese encierro y a esa soledad le añadimos un ingrediente más?¿qué pasa cuando se da el rarísimo caso de que alguien visite nuestra soledad? ¿qué pasa cuando la soledad se vuelve compartida? La respuesta de Barbakow y Siara es clara: cuando la soledad se comparte, se rompe el hechizo. Se trasciende la monotonía. Se trasciende el bucle temporal.
Cuando una vida es genuinamente compartida con las personas que amamos encontramos en ella lo más inverosímil: sentido. Encontramos una vida digna de ser vivida, una vida emocionante, una vida querida. Una vida que entusiasma sólo en la esperanza de ver a nuestros seres queridos ser felices, superar sus problemas, mejorar sus vidas. Una vida de soledad disuelta. Una vida de soledades en diálogo. Una vida de soledades que se abrazan y se apoyan. Una vida que, aunque recurrente, traerá siempre consigo la promesa de una conversación más, una experiencia compartida más, un problema más afrontado en equipo. Una vida donde los dinosaurios existen.
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